“Las palabras son mentiras, trampas”.
No, la palabra tiene que ver con la lingüística, o
con la representación gráfica de aquello a lo que se refiere. Un conjunto de
letras, un grupo de fonemas, que reunidos y junto a otras palabras comunican
nuestro mundo y nuestro ser.
Las palabras solo son mentiras en algunas bocas; y
confusiones en algunos oídos. Y se vuelven trampa cuando nos dejamos enredar en
ellas sin usar la razón, sin comprenderlas ni valorarlas. Pero es nuestro error;
ellas solo cobran vida cuando decidimos articularlas o escribirlas.
Mas, si aquella afirmación fuera cierta y las
palabras son mentiras, ¿a quién engaño cuando escribo? Quizá sea víctima de mis
propios embustes, cuentacuentos sin historia veraz y sin remedio; diccionario
vacío en un cuaderno escrito, compositora sin significado ni significante…
Y si así fuese, ojalá caigas en la trampa alguna vez
y te dejes liar por la duda, el deseo, la afirmación, la emoción, la reflexión y
el sinfín de expresiones implícito en cada una de ellas.
Y si así fuese, ojalá también las uses con ganas y
con pasión, con compromiso, libertad, tolerancia y respeto; y crees historias y
en el debate de si mentira o realidad, sueñes con ellas y con ellas hagas
soñar.