miércoles, 13 de julio de 2016

El desorden que dejas

FICHA TÉCNICA:
Título: El desorden que dejas.
Autor: Carlos Montero.
Editorial: Espasa Libros.
Número de páginas: 408.
Otros datos: XX Premio Primavera de Novela.

No recuerdo bien donde conocí este libro (supongo que en alguna cuenta de Twitter o Instagram, que es donde últimamente conozco muchos de los títulos que después caen en mis manos); me llamó la atención el título y cuando me aventuré a indagar su argumento, he de reconocer que estuve a punto de dejarlo aparcadao: mi primer año como interina me había dado demasiadas satisfacciones como para involucrarme en esta historia (sí, porque yo en los libros me involucro y, a veces, los vivo demasiado). Pero también es cierto que bastan solo unas páginas para que no puedas soltarlo.

Raquel es una profesora interina de lengua y literatura que llega al pueblo de su marido a cubrir el puesto de una profesora que ha aparecido muerta, Viruca. Aunque la protagonista intenta que estas circunstancias no afecten al trabajo que pretende desarrollar, entre los papeles de los alumnos encuentra uno que dice: y tú, ¿cuánto vas a tardar en morir? Esta pregunta lleva a Raquel a querer conocer qué fue lo que llevó a la muerte a
su predecesora.

Cada nuevo dato que la protagonista averigua le hace dudar de todo y de todos y el autor consigue que el lector acompañe a la profesora no solo en su viaje investigador sino también en un viaje psicológico de su propia vida: miedos, decisiones, etc.

Un libro, en definitiva, que consigue atraparte desde la primera página y que te mantiene en vilo hasta el final. De lectura fácil y ágil, a la que cuesta resistirse porque en todo momento suceden cosas que, sin embargo, han sido organizadas de una manera coherente e inteligente por parte de Montero quien no obvia, a lo largo de su obra, detalles que hacen que la historia se encuentre cercana a la realidad: crisis económica, acoso en los centros de enseñanza...

Como siempre destaco una frase de la novela: Nunca nada es para tanto.

lunes, 11 de julio de 2016

La vida, sin maquillaje

Me gusta la vida sin maquillaje, auténtica.
Y eso significa aceptar sus vicisitudes, los golpes, las caídas, las despedidas anunciadas y las que acontecen sin previo aviso.
Admitir que ahogaremos las penas en alcohol seco -con la controversia que ello supone-, que habrá heridas que nunca cicatrizarán, lágrimas que jamás dejarán de brotar (al menos en el alma).
Esto supone también aprobar que el camino, sea cual sea el destino, no se recorre en un día, que acariciaremos la meta pero no la sobrepasaremos, que, en ocasiones, las circunstancias nos obligarán a darnos la vuelta en mitad del trayecto.
Tolerar que hay historias que no terminaremos, igual que hay libros que no concluimos y palabras que ya no diremos.
Pero solo en esta vida sin añadiduras ni aditivos valdrá la pena la felicidad (recordad, aquellos instantes fugaces, efímeros). Únicamente cuando no nos empeñemos en pintar de rosa aquello que no es, podremos apreciar lo que realmente vale la pena aunque no necesite moneda de cambio: las sonrisas cómplices sin la presencia de un objetivo fotográfico, miradas que brillan al sentirse observadas, el tacto de una piel, el olor impregnado en tu ropa tras un abrazo (y el deseo de que se quede allí algún tiempo),...
Y más: la satisfacción de cumplir uno de los diez mil sueños que anhelamos, de aprender algo nuevo cada día, de darse cuenta que el momento es ahora y no vas a ponerle ni un pero.
Entender que a la vida no se le debe poner filtros.
Comprender que la vida tiene un color a cada rato y, a veces, es maravilloso. 

domingo, 10 de julio de 2016

Días de verano...

Días de verano que se tornan grises, 
políticos que siguen contando sus mentiras a medias,
y en una sociedad en la que impera la imprudencia y el desorden, 
apareces tú creando un universo para dos 
en el que has conseguido lo que nadie antes logró:
hacer que mi sonrisa sea un gesto involuntario. 

De sueños...

Soñad.
Con los ojos abiertos, cerrados,
a cualquier hora y a destiempo.
Soñad, que ya vendrá la realidad a despertarnos
o a darnos las hostias que no nos dimos durante el letargo, 
en la ilusión de aquel instante.
Soñad. Soñad siempre.
A veces, es lo que nos queda. 

Ahora sé que fue...

Ahora sé que fue lo que me enamoró de ti.
Estaba en tu mirada, 
en la manera en la que tus ojos sonreían, 
en el cómo le pedían más tiempo a la vida y ella se lo daba,
en el atrevimiento con el que me observaban,
en los desmanes que me proponían.
Y allí, a pesar de la ausencia de palabras, 
quise quedarme a vivir.

Y si al final...

Y si al final, los peores presagios se cumplen
y los días terminan fundiéndose con la noche, 
no me importará no volver a contemplar amaneceres de colores inexplicables
ni la luna en plenitud de aquellas madrugadas.
Porque contigo todo.
Y sin ti, sin ti...la nada. 

Verano

Verte para 
Entender porque perduran los
Recuerdos de 
Aquello que
Nos unió y, sin embargo, nos convirtió en
Otros: unos desconocidos que se quedaron rotos.

Leerte y releerte...

Leerte y releerte,
acariciar cada signo de puntuación,
sentir cada palabra,
otorgarle alma a cada frase 
y comprender, tras nuestro baile de letras, 
que a mi la vida me gusta contigo.

La métrica de tus labios...

La métrica de tus labios se roza 
con los besos que se escapan de los míos
en cada verso improvisado.
Y así es como tú y yo hacemos poesía.

Centímetros...

Centímetros,
la única distancia a la que te quiero. 

No nos dijimos...

No nos dijimos que nos extrañábamos,
que, a ratos, nos necesitábamos,
y aquel silencio hizo que nos lo creyésemos...
                                             hasta caer en el olvido

Nos propusimos ser felices...

Nos propusimos ser felices
y esta vez nos salió bien.

...y rendirme...

...y rendirme
porque en la batalla de tus labios dejarse perder es una victoria...

Y entre los sentimientos irreconciliables...

Y entre los sentimientos irreconciliables
del poder, el deber y el querer
se encontraban mis ganas.
Y tú, complicándome la vida.
Y yo, dejándome.

Nos perdimos...

Nos perdimos.
Porque agotamos las excusas para mantenernos unidos
y consumimos todas las formas de desabrocharnos el alma...
                                                          y la piel.

Nos dejamos para luego...

Nos dejamos para luego,
aun sabiendo que luego sería demasiado tarde...

No resultó suficiente...

No resultó suficiente contener mis ganas.
Ni resultó suficiente con tener tus besos.

Casi calambur

Estar detrás de mi, ahora.
Es tarde tras de ti, ya.

Si todo el tiempo...

Si todo el tiempo que llevo contigo
estuviera almacenado en un reloj de arena
se rompería de darle vueltas
por querer repetir cada momento.

Y por quedarnos...

Y por quedarnos...
nos quedó hasta las ganas de querernos bien. 

Me ha costado aprender...

Me ha costado aprender
que la mejor manera de enseñar los dientes
es sonriendo a la vida.

Mi vida es una poesía...

Mi vida es una poesía
y tú la mejor de mis estrofas

De autor que prefiere permanecer en el anonimato

Y se nos fue de las manos...

Y se nos fue de las manos
porque antes había escapado a la razón
y desbordado el corazón.

Guardo aquel papel...

Guardo aquel papel donde anoté tu dirección
consciente de que el día que tenga que recomponer
las piezas claves de mi vida,
tú serás uno de los lugares a los que tendré que acudir
en busca de mis recuerdos...

Alguien inventó...

Alguien inventó el futuro utópico
sin saber que íbamos a conjugarlo
hasta convertir lo imposible
en algo auténtico.

Mientras quede espacio...

Mientras quede espacio en el corazón para una tirita más,
y tiempo que agotar en nuestros relojes,
hay que decir sí a lo imprevisto, 
incluso cuando sea una locura.
Aunque esa locura tenga tu nombre.

Hoy descubrí en el diccionario...

Hoy descubrí en el diccionario
que echar de menos es en realidad
tener nostalgia de ti.
Y la única cura es que vuelvas...
o que yo vuelva a ser la que era,
antes de tu paso por mi vida.

Hacíamos acrobacias...

Hacíamos acrobacias sobre hilos de desequilibrio.
Jugábamos por las noches a ser imprudentes.
Escribíamos al borde del delirio y la insensatez.
Y nadie supo jamás que, en nuestra desatado mundo,
era era la única manera de mantener la cordura.

Lo peor de las mudanzas...

Lo peor de las mudanzas
es no encontrar espacio en las maletas
para guardar todo aquello
que se coló en el corazón

Amores eternos...

Amores eternos: dícese de aquellos
capaces de amarse bien
durante toda la eternidad

Aquellos tiempos

En aquellos tiempos soñábamos con este hoy en el que no somos aquello que esperábamos ser porque un día la realidad nos golpeó y dejó medio heridas nuestras ilusiones.

Entonces éramos jóvenes e incluso nos divertía serlo. Jugábamos a las cartas alrededor de una mesa, al igual que hoy hacen las señoras que quieren ser denominadas de “alta alcurnia”, pero nosotras lo hacíamos en chándal y despeinadas; y nos daba igual ser mal habladas a ratos. En aquella misma mesa se mezclaba el humo del café con el de las decenas de cigarrillos que consumíamos, y hablábamos de las preocupaciones banales de nuestros días: la facultad, los exámenes, nuestras carreras universitarias, los chicos.

A veces también aprendíamos; por ejemplo, aquellos años nos trajo la enseñanza de que la vida está siempre fuera de las cuatro paredes de las que solemos rodearnos para protegernos, precisamente, de esa realidad llamada vida; también la de que los amores no son eternos pero las amistades sí podrían llegar a serlo. El tiempo nos dio la razón. En todo.

Discutimos y sacamos a relucir nuestro carácter en esas discusiones. Nunca nos pusimos de acuerdo al hablar de política, pero sí supimos llorar unidas el horror de aquel inolvidable, por trágico, 11 de marzo. Celebramos las bodas de príncipes en los que hoy no todas creemos. Bebimos, reímos y disfrutábamos mientras imaginábamos el futuro.

Ese futuro que ya es ahora y que es casi tan incierto, o más, de lo que lo fueron aquellos años. No bastó con dar vueltas por el mundo o con girar sobre nosotras una y otra vez para reinventarnos. Nos invade, en ocasiones, la desesperación y, sin embargo, la búsqueda sigue siendo incesante. Hay quienes seguimos imaginando el futuro…

...y lo hacemos volviendo la vista atrás, al pasado, para recopilar instantes y conformar los recuerdos capaces de sustentar cualquier presente. Incluso el que nos ha tocado. Esto es, recuperar el espíritu de aquellos tiempos (las emociones, las sensaciones, los sueños), para lograr sobrevivir a estos.