domingo, 26 de julio de 2015

Me propuse olvidar...


He observado...

He observado el fondo del mar en busca de los recuerdos que arrojé, de la nostalgia que intenté ahogar, de las penas que hice naufragar. 
No queda nada; las mareas y los vientos han arrasado con todo. 
No queda nada, excepto infinitos granos de arena que conforman la tierra firme desde la que tomar impulso para empezar de nuevo a navegar.

Uno más uno...

Uno más uno no son dos.
Uno más uno es mucho más.
Somos tú y yo.

Mi mejor historia...

Mi mejor historia está aún por escribir
y será aquella que narremos juntos.

Encontrar a alguien...

Encontrar a alguien que cuando te mire, te vea.
Alguien que cuando te oiga, te escuche.
Una persona que cuando te toque, te acaricie.

Aquí se halla...


Aquí se halla la alegría por lo nuevo y la tristeza por lo que acaba. 

También la perfecta combinación de lo dulce y lo salado. 

Ahí están luchando dos aguas.
Muere el río para dar paso al mar, a lo inmenso, a un espacio que parece que no tiene horizonte.
Metáfora de la vida, y del amor: el final es siempre un resurgir; es la oportunidad de crecer y la ocasión para derribar diques. Nos hacemos grandes y por fin nos damos cuenta de que es hora de soltar lastres. Está a punto de suceder...

Existen ocasiones...


Existen ocasiones en las que no se encuentran respuestas; y aún así, es mucho peor pensar que no planteaste bien las preguntas.

Además está lo de las infinitas puertas que se nos presentan a lo largo de la vida y nuestro empeño en equivocarnos siempre de llave.

Menos mal que existe el mar; no soluciona nada pero hace que nuestros pensamientos, por momentos, se tornen azules.

Tantas huellas...


Tantas huellas como caminos; y destinos. 

Quizás algún día se crucen, o puede que ya estén entrelazados.

Quizás...


Quizás una foto pueda ser maravillosa y pueda transmitir infinitas emociones. A mi me ha pasado. No sé si esta imagen vale más que cien palabras, pero lo que es seguro es que no plasma a ciencia cierta la paz de este momento, el olor y el tacto de este instante, los recuerdos que devuelve el mar y que se evaporan al mirar al horizonte...

Aún sabiendo...


Aún sabiendo que son inalcanzables, 

a veces siento que estoy en las nubes; 

y otras parece que rozo el cielo 

(pero eso solo pasa cuando estás tú).

Hoy somos menos libres...

Hoy somos menos libres que ayer. Recortan nuestros derechos para espantar sus miedos, porque son ellos los que están asustados, los que tienen más que perder que nadie. Nos cortan las alas justo en el momento en el que hay que alzar la voz; dicen que le pongamos frontera a nuestras palabras y que midamos nuestros actos. Y como no han sabido buscar respuestas creen que así lo solucionan todo.
Nos cortan las alas, sí. Pero son incapaces de darse cuenta de que no van a poder con nuestras ganas de volar.
Y ahora podemos optar por dedicar un minuto de silencio a la libertad perdida u honrarla dándole literatura a nuestras letras para seguir diciendo todo lo que tenemos que contar.
Decidid, que todavía algo nos queda...

Aquí estoy...

Aquí estoy. He traído mis miedos, un puñado de problemas y algún rencor. No pienso irme hasta que naufraguen.
Me han acompañado también palabras con ganas de convertirse en historias, música que desea llenar madrugadas, sonrisas que buscan bocas en las que posarse y una agenda de planes que solo quieren hacerse cerca del mar.
Vinieron también mis preguntas...y mis sueños.
Aquí estoy, y aquí me quedo un tiempo, a ver si Poseidón resuelve esta vez mis dudas y, de paso, me da las coordenadas para alcanzar la meta.


Le he pedido luz...

Le he pedido luz a la noche.
A la mañana, estrellas.
Y no me llames ilusa ni loca.
Tú tienes la culpa.
Tú me has hecho creer 
que nada es imposible.

No bastaron...

No bastaron las gráficas que había elaborado toda la vida,
tú llegaste y rompiste todos mis esquemas. 

viernes, 3 de julio de 2015

El olvido que seremos

Ya he comentado alguna vez que selecciono los libros porque me llama la atención su título, porque la historia es aparantemente atractiva o porque me lo recomiendan amigos o alguna de las cientos de personas que sigo en redes sociales. Éste ha sido el caso de la última obra terminada, aunque bien es cierto que el título también me resultó llamativo por ese toque nostálgico que incluye la combinación de sus palabras. 

El olvido que seremos de Héctor Abad Faciolince tuvo además un aliciente más: por su temática me tocó la fibra sensible desde los primeros párrafos. Podría contaros que este libro aborda la vida de Héctor Abad Gómez, médico y político colombiano, y que por lo tanto se habla de salud y de la convulsa situación política de Colombia durante los años 60, 70 y 80. Y que por eso me resultó interesante. Podría decir también que este libro habla de relaciones familiares y, al mismo tiempo, de escribir y literatura. Y por eso me ha resultado conmovedor. Pero es que además la obra nos cuenta la lucha incesante por una sociedad más justa y eso lo convierte en un libro de plena actualidad. 
Por encima de todos esos temas, que ya convierten a El olvido que seremos en un libro con multitud de alicientes, me quedo con que estas páginas encierran la historia de un padre contada por un hijo y eso ha sido una de las cosas que más me han marcado: la sinceridad de cada palabra y al mismo tiempo la distancia con la que se intentan escribir y que terminan dándote la impresión de una nostalgia serena, sin dramas exacerbados. En ese sentido es una auténtica genialidad que en mi caso me ha llevado no solo a un ejercicio de reflexión sino, más importante, a rememorar una serie de recuerdos que, al menos durante la lectura de estas páginas, han sido contemplados con más alegría que tristeza. Porque hay cosas que no regresarán pero podemos decir que las vivimos. 
He almacenado muchas citas maravillosas de este libro; os dejo una con la que me he sentido especialmente identificada: "Cuando me doy cuenta de lo limitado que es mi talento para escribir, recuerdo la confianza que mi papá tenía en mi (...). Creo que el único motivo por el que he sido capaz de seguir escribiendo todos estos años es porque sé que mi papá hubiera gozado más que nadie al leer todas estas páginas (...). Es una de las paradojas más tristes de mi vida: casi todo lo que he escrito lo he escrito para alguien que no puede leerme".